martes, 31 de diciembre de 2019

Postdata: Te amo.

Nota aclaratoria: Esta publicación la escribí hace algún tiempo, sin haber encontrado el momento indicado para publicarla. Hoy me ha parecido un buen día para hacerlo. Espero que les agrade esta anécdota.

Estaba de ocioso en la casa. Y al no tener ningún plan establecido puse una película, la cual se está reproduciendo en este momento. ¿Preparados para el momento cursi? La película es: “P.S. I Love You”

Sin duda es una de mis películas favoritas, he perdido la cuenta del número de veces que la he visto y seguro que esta no será la última vez.
¿Cuál es la anécdota?

Bueno… En algún momento estuve muy enamorado de una persona.  Llevábamos juntos algún tiempo y tenía miedo, pero al mismo tiempo esa emoción de decir: “Te amo” por primera vez a esa persona especial. No sabía cómo hacerlo, tenía que ser de una forma trascendental, no de sopetón como suele suceder.

Ya habíamos visto esa película juntos. A ella le gustó, sin llegar a emocionarle del mismo modo… yo tuve problemas para contener las lágrimas cuando Holly lee la última carta, como cada vez que veo esa escena... Ella, por su parte, estaba muy tranquila,  ecuánime, casi como si nada. Yo le dije: “Pobre Holly, no sé qué haría en su posición.” Lo que ella me respondió, lo guardo para otra ocasión.

Entonces, sabedor que la película no le había desagradado, me di a la tarea  de buscar el libro de Cecilia Ahern… recorrí al menos tres librerías hasta que pude encontrarlo. Aún recuerdo que la portada contaba con la imagen de Gerard Butler y Hilary Swank. Ya sé, justo ahora todo parece muy lejano considerando que la película se estrenó en 2007. La chica del mostrador miró fijamente el libro y me preguntó, mitad interesada, mitad burlona: “¿De verdad lo vas a leer?”… y pensé ¿por qué no?

El libro en sí mismo era para mí una declaración de intenciones. “Te amo, no puedo ocultarlo más” Pero claro, había que agregarle un poco más de emoción al asunto. Así que después de leer el libro dos veces, por lo menos, dejé algunos mensajes subliminales en el mismo, resaltando unas pocas líneas de dialogo con un asterisco, como diciendo: ¡Presta atención a los detalles! O “SPOILER ALERT”.

Al final del libro, puse un pequeño mensaje después de su nombre… y solo se me ocurrió escribir: “Posdata: Te amo.” Sí… así de original…

¿Cursi? Sí. ¿Empalagoso? Totalmente. ¿Funciono? Para nada. 

Antes de contarles porque fue un rotundo fracaso, permítanme que les comente cual es mi breve impresión acerca del libro y la película.

De la autora, es la única obra que conozco y no me he dado a la tarea de buscar mayor bibliografía traducida al español. No culpo a la autora, sino a la traductora por la forma en que desarrolló la misma. No es mala… pero no transmite tanto, no terminas de conectar… no del todo. Por otro lado, esta es una de las pocas películas de la cuales considero la adaptación mejor que la obra original, porque toma lo principal… y lo mejora. Introduce un par de personajes que no existen en el libro (hasta donde recuerdo) mejorando el desarrollo del mismo. La trama me parece más emocional en la pantalla que en el papel… y miren que soy un defensor de las obras primigenias. Pero en este caso, no. Además las actuaciones de los protagonistas son buenas, considerando que el mismo año Gerard Butler interpretó al rey Leónidas, personaje por el cual la mayoría suele recordarlo, al año siguiente dio vida a Alex Rover en “Nim’s Island”  y en 2009 aparecía en “The Ugly Truth”… La últimas películas que le recuerdo son “Olimpo bajo fuego” y su secuela “Londres bajo fuego”… Por otro lado a Hilary Swank es imposible no recordarla en “Million dollar baby”. Pero la química de ambos en pantalla fue una apuesta bastante acertada.

Teniendo en mente a estos personajes, después de ver la película juntos. ¿Qué podía salir mal? Bueno… Esto fue lo que pasó.

Pasaban las semanas y ella no me decía nada… y no quise preguntar, para no verme desesperado, tal vez se sentía abrumada por no saber corresponder a esas palabras y a ese sentimiento. Pero las semanas dieron pasos a los meses… y otra circunstancia dio pie a la primera vez que nos lo dijimos de viva voz.

Algún tiempo después, le pregunté sí había terminado de leer el libro… y no solo no lo había terminado de leer… ¡Lo había perdido! Con el tiempo le confesé el contenido final del libro con ese mensaje, prometiendo que se daría a la tarea de rastrearlo.

Pasó el tiempo y un buen día volvió a encontrarlo. Después terminamos, hasta donde sé y recuerdo nunca terminó de leerlo. A pesar de ello, hubo otro libro, uno que le había regalado mucho antes siquiera de empezar, con otro mensaje muy diferente que sí atesoró. Un libro que había sido mío y que le obsequié, sabiendo que le daría un mejor uso que el que le había dado hasta entonces. Quizás ese libro sí forme parte de su biblioteca personal predilecta en el futuro y guardo la esperanza de que alguna vez le haga recordar aquél otro que nunca terminó de leer. Si la curiosidad la orilla a por fin darle santa lectura, espero que al llegar a la última página le genere algo, un buen recuerdo y quizás, si los dioses son buenos, me obsequie una sonrisa a la distancia.

Por ahora, disfrutemos de Holly y Gerry. Ya casi escucho sonar “The Galway girl”. Por cierto, esta película cuenta con dos canciones muy recomendables: “I love you ‘Till the end” y “Fairytale of New York”, ambas de The Pogues.

Por último, un favor si alguien entiende el juego de “chasquidos” por favor dígamelo, llevo varias horas frente al televisor y nunca he podido comprenderlo del todo…Y como en la canción de "Querido Tommy" de Tommy Torres: "Espero no te moleste que haya contado aquí tu historia..."

Postdata:

lunes, 9 de diciembre de 2019

Segunda división. - Poema en prosa.


“Después de un año en segunda división,  lidiando partidos diarios contra mis propios demonios y fantasmas; el equipo tiene una nueva cara, preparado para volver a competir en los grandes escenarios de la vida. No ha sido un reto sencillo pero he sacado fuerzas de flaqueza; cada mañana me levanto con la emoción de un corredor que está a punto de correr su primera maratón. Los sentidos se desbocan, se aceleran los latidos y mi mente no piensa en otra cosa que superarlos cotidianamente. A lo largo de este tiempo he fallado muchas veces, pero como en cualquier deporte analizo cuales fueron los mejores aspectos del juego anterior, para seguir trabajando, mejorarlos y afrontar la siguiente prueba del mejor modo.

No es cosa sencilla combatirlos, muchas veces me traicionan. Estaban tan acostumbrados a gobernar que al sentir un poco de rigor se sienten temerosos, reaccionando de forma agresiva e intempestiva, su organización dentro de la cancha es tramposa y mezquina, lanzado golpes que el referee no sanciona, dando patadas en los puntos más sensibles, intentando lesionar por completo al equipo y saboteando cada jornada con la intención de hacernos descender una división más. No ha sido fácil evitarlo; pero ahora mismo que preparo la pretemporada para el próximo torneo, la experiencia de esos golpes han fortalecido sobremanera al club.

Hace algunos días, con la intención de mejorar el estilo de juego, contemplé la posibilidad de darle oportunidad al Corazón de integrarse al campo nuevamente. Es un veterano que viene saliendo de una lesión importante que lo dejó apartado de las canchas mucho tiempo, apenas se está recuperando, pero el médico le ha dado el alta y él mismo me ha solicitado en los últimos entrenamientos unos minutos de juego. ¿Cómo no contemplarlo si por mucho tiempo fue nuestro mejor jugador?

Cerebro, como nuevo capitán, al enterarse se sintió algo preocupado por el equipo y su posición; pensaba que aún no era el momento de que se integrara por completo, que debía seguir en reposo antes de volver siquiera a los entrenamientos; pero en realidad es envidioso, le ha sentado bien orquestar los partidos desde que el Corazón salió convaleciente de aquella final de promoción en que perdimos, lo cual a la postre nos mandó a segunda división.

Por su parte el Corazón, como 10 del equipo y otrora estrella de la plantilla, empezó a hablar con los sentidos, convenciéndolos de que se encuentra totalmente recuperado, que está preparado para una revancha personal con la intención de obtener por fin un campeonato. Dicho de otro modo, orquestó una guerra civil al interior del vestidor, ganándose la confianza de algunos aliados.

He tenido que sentarme a hablar seriamente con ambos. He escuchado sus puntos de vista, sus preocupaciones y sobre todo cuál es su compromiso con el equipo y la Institución. Corazón acusa a Cerebro de haber jugado de modo defensivo todo este tiempo, empatando algunos partidos pero sin lograr ninguna victoria significativa. Cerebro por su parte, le recrimina que antes de la lesión siempre estaba en fuera de lugar y que si bien orquestaba un juego fino al principio de temporada, la fama le empezó a pesar olvidándose de su compromiso con los demás, preocupándose más por fotos que por acciones de juego y que su falta de ritmo nos causó un descenso por demás anunciado. Han discutido largo tiempo diciéndose verdades a la cara. Corazón, emocional como es, estuvo a punto de lanzarse a los golpes, pero se contuvo partiéndose en llanto antes siquiera de asestar un derechazo. No quiso lastimarlo, porque sabe de sobra lo que es sentirse herido. Al final reconoció algo de lo cual ya nos habíamos percatado, que aun siente una punzada cuando corre, pero confesó que estar fuera lo lástima mucho más...

Hemos llegado a una conclusión después de muchas horas de debate, al final se han dado la mano fundiéndose en un abrazo, recordando los grandes partidos que han disputado en el pasado que dejaron muchas alegrías a la plantilla y a la afición. Como encargado deportivo de este equipo, he decidido al final llevar a Corazón a la banca y darle poco a poco unos minutos para que recupere algo de condición. La capitanía por ahora seguirá en manos de Cerebro, pero hemos acordado que el juego defensivo debe ser modificado para la próxima temporada, debemos arriesgarnos y lograr victorias que no dejen lugar a dudas de quién saldrá campeón. 

Como sorpresa final, he anunciado la integración de un refuerzo: Confianza. Un viejo conocido que se había retirado prematuramente, pero que al ver la necesidad de sus compañeros, ha vuelto a casa dispuesto a llevarnos por las sendas de la gloria. Su llegada ha sentado bastante bien en el equipo, los ha inyectado con ganas de superación, recordándoles glorias pasadas y asegurándoles que pronto, muy pronto, volveremos al lugar que nos pertenece. ¡Qué equipo estamos formando! Con la triple “C” como referencia en el ataque... Cerebro, Confianza y Corazón.

En segunda división tendremos que lidiar con demonios, fantasmas, pasado, angustia, desesperación y fracaso. Son equipos fuertes que se han consolidado por años en la liga del olvido. Sin embargo, después de un año en este certamen Cerebro ha podido conocerlos, analizar su forma de organización y saboteo; sin duda alguna tenemos las mejores armas y elementos para ganar cada partida  con un único propósito firme: Regresar a primera; más fuertes y con mayor pundonor.”
C.S.V.R.

domingo, 8 de diciembre de 2019

No era amor. - Poema en prosa.


"No era amor. Nos diremos con el tiempo. Lo escucharemos frecuentemente de la voz de nuestros amigos, familia, una nueva pareja o cualquier persona que vaya apareciendo en nuestra vida, a la cual tengamos la confianza plena de contarle alguna vez nuestra historia. No era amor: concluirán, sin conocer por completo lo pasado, con el panorama incompleto emitirán una opinión. 

Aun así será nuestro alivio. Sentiremos paz, tranquilidad. El dolor, causado por la pena del desamor y la despedida, se irá mitigando poco a poco. Una vez que dejemos de extrañarnos, cuando parta la añoranza por completo estaremos convencidos: No era amor. Y sabremos que hay en ello una pizca autoengaño.

Seguiremos cada cual con nuestras vidas, repitiendo nuestro nuevo mantra como bálsamo para lidiar con nuestros quehaceres cotidianos. Nos iremos fortaleciendo cada jornada y con el paso de los meses dejaremos de repetirlo con tanta frecuencia. Ya no hará falta convicción porque lo sabremos de sobra, no lo era.

Puede que con el tiempo, pasados algunos años y sanadas las heridas; por virtud del destino o por coincidencia simple volvamos a encontrarnos. Tal vez nos saludemos, intercambiemos un par de epítetos tópicos sobre nuestras peripecias después de la partida… Quizás intercambiemos números, confirmando que siguen siendo los mismos y probablemente quedemos en tomarnos un café para platicar con mayor tranquilidad y por los buenos tiempos.

Para entonces, quizás alguno se haya casado, o tenga una relación importante, y cabe también la posibilidad de que sigamos solteros, sin la necesidad de atarnos a nadie que no sea a uno mismo. Reiremos de algunas anécdotas, recordaremos superficialmente algunos momentos; pasados algunos minutos lograremos sincerarnos y hablaremos de lo mal que lo pasamos después de terminar, nos disculparemos por cosas no dichas o no hechas y nos pediremos perdón mutuamente… Puede que el momento nos orille, antes de despedirnos, a abrazarnos con un sentimiento de agradecimiento que tanto nos hacía falta… Y entonces dudaremos, nos miraremos a los ojos y pensaremos: Es posible que el auto engaño nos llevara a una conclusión apresurada."

C.S.V.R

viernes, 6 de diciembre de 2019

Ejercitar el corazón. - Poema en prosa.

"Tal vez va siendo tiempo de empezar a conocer nuevas personas,  con la sutileza de no dejar que los sentimientos se desborden desde el primer momento. Llevarlo a cabo como un simple reconocimiento de campo... Disponer en el tablero mis fichas, moverlas poco a poco sin esperar ningún resultado partícular. Seguramente concluya que debo practicar mis estrategias, las cuales justo ahora se sienten bastante oxidadas y obsoletas.

No mentiré a nadie. No buscar nada más  que "amores" de quince días para probar, descubrir, explorar.... Similar a una muestra gratuita de Netflix. Una vez agotado el plazo y por convenio mutuo, dar vuelta a la página y continuar en una búsqueda que tal vez no lleve a ninguna parte, pero que por lo menos me induzca a seguir avanzando.

Y no me refiero, forzosamente, a compartir la alcoba con una mujer diferente cada final de mes, en camas con historias vacías. No es eso lo que preciso en este instante. Solo serían voces nuevas, risas diferentes, anécdotas inconclusas e historias con final adelantado: Un cóctel concentrado de lo que no será, pero que por el tiempo que dure... Es...

Evitar a toda costa los "Te quiero" prematuros, sin falsas promesas acerca del mañana, ni planes que jamás van a llevarse a cabo. Sin celos insensatos, sin enemigos ni fantasmas al acecho. No darnos ni siquiera la oportunidad de convertirnos en un recuerdo. Negarse al amor rotundamente, con la complacencia de acercar las manos levemente al fuego.

Amores de quince días... Ir en un suspiro, sin escalas, de la dicha a la desolación. Esto, aclaro, no lo hago para olvidar. Necesito mucho más que solo un par de semanas con una persona diferente para lograrlo. Tampoco es una declaración de guerra, ni mucho menos una vendetta personal. 
Es solo que mi  terapeuta me ha recomendado ejercitar nuevamente el corazón. Nunca mejor dicho, hipotéticamente lo haría por recomendación de un profesional.

Tal vez vaya siendo hora de conocer nuevos horizontes. 
O, quizás, todavía no."

C.S.V.R.

jueves, 5 de diciembre de 2019

Ilusiones - Poema en prosa.


Ahora que no estás, todas las cosas que escribo parecen vacías, me sobran las palabras e irónicamente, al mismo tiempo tengo la sensación de que me faltan. En estos meses he intentado mantenerme cuerdo; pero lo cierto es que la realidad sin tus latidos poco inspira. La memoria me traiciona con señales inexistentes, vacías.

Ayer, caminando por una plaza bastante concurrida me llegó el aroma de tu perfume, volteé de súbito, emocionado, dando paso inmediato a la decepción. 
No eras tú… Estuve a punto de reclamarle a la portadora de tu aroma, sin embargo me contuve y terminé consiguiendo el número de la chica en cuestión.

Aun así, me quedé con los recuerdos de tu esencia, que poco a poco me llevaron por la senda de memorias ya pasadas y que quizás pretendas haber olvidado. Salí huyendo de toda aquella gente banal y consumista. Me refugié en el parque más cercano, caminando sobre la hojarasca muerta de los árboles.
Caminando, pensando, crujido…
Caminando, pensando, crujido…
Caminando, pensando… Las hojas secas quebrándose bajo mis pasos, como bien sospechas, me hicieron acordarme nuevamente de ti...

Ya ves, estás en los parques y en las plazas… no hablemos de los bares y las cafeterías ni mucho menos de aquel restaurante donde extraviaste alguna vez tu celular… Justo ahora esos lugares repletos de memorias están de más... o tal vez es que los hecho demasiado de menos.

Mis amigos, con la intención de alegrarme, me dicen que me lo tome con calma, que todo pasará con el tiempo y que las cosas mejorarán aun a pesar de mi resistencia y vacilación. Que los recuerdos tienen fecha de caducidad y que depende de cada uno decir: "Hasta hoy…" Y llevarlo a cabo. Tal vez están en lo cierto, quizás el amor está a la vuelta de la esquina o en un pub que antes no conocía. Tal vez espera en algún café, o está pisando la hojarasca en otros parques porque evita, como yo, los centros comerciales. Es posible que esa otra mitad complementaria también escriba palabras sinsentido creyendo que sus palabras sobran, que no alcanzan, porque piensa que no dicen nada. Y es probable que  al final, también concluya, que estás ilusiones no son más que fantasías que uno inventa para aliviar el alma.


C.S.V.R.

miércoles, 4 de diciembre de 2019

La prudencia de no dar un consejo...

La vida como abogado es bastante interesante. A pesar de la presión constante de sacar adelante un sinfín de asuntos y darle solución a los problemas de la gente, conlleva además un aspecto bastante humano, sobre todo cuando de materia familiar se trata.

Si bien la ética y el secreto profesional me impiden dar los detalles pertinentes y circunstancias de las causas que dan vida a varios de estos procedimientos, lo cierto es que se puede dar un enfoque ilustrativo del tema sin profundizar en los detalles particulares.

La vida laboral me ha conducido, poco a poco, a prestar mis servicios en temas de familia: Divorcios, guarda y custodia, alimentos; son el pan nuestro de cada día. A mi oficina han llegado una cantidad determinada de clientes con distintas causas a las cuales he intentado brindar el mejor de los servicios; cada asunto es diferente, siempre hay una historia diversa que contar y la mayoría de los clientes necesita desahogarse. En realidad el procedimiento no les preocupa demasiado, comprenden de sobra los trámites burocráticos y lo cansino que pueden llegar a ser las prácticas judiciales. Pero esa parte humana es la que más requieren. Todos están ávidos de un oído que escuche su historia, con el propósito firme de encontrar una solución que los lleve a buen puerto.

Sin duda, el trabajo del litigante lleva algo de psicología. Una clase que no se enseña en las escuelas ni facultades de derecho.

Hace algunas semanas llegó a mi oficina una persona. Tuve una revelación. Siempre he intentado mantener la mente ocupada para lidiar con las demás circunstancias que rondan por mi vida. En este caso en particular, sin embargo, no pude dejar de sentir empatía. Su historia personal me resultó profundamente trágica en comparación con las cosas que a mí me ocupan en este momento. Cuando me preguntó que le aconsejaba, di por hecho que se refería al procedimiento que se llevaría a cabo, le mencioné los pasos que daríamos a partir de ese momento y cuáles son los resultados que pretendemos obtener en el mediano plazo. Me escuchó pacientemente. Realizando una pregunta sí y otra también, apuntando algunas cuestiones que para él resultaban trascendentales y afinando los últimos detalles respecto a mis honorarios. Cuando pensé que la plática se había dado por concluida, volvió a preguntarme: “Bueno… ya me explicó el procedimiento, pero dígame Usted ¿Qué me recomienda hacer?”

Lo pensé un par de segundos, mientras le daba un sorbo al café que tenía enfrente, pensando que tan prudente o imprudente podía llegar a ser si me involucraba más allá del aspecto estrictamente jurídico. Esta persona había abierto las puertas de su vida a un auténtico desconocido y a pesar de ello, buscaba un consejo que, yo sabía, no podía brindarle. O que por lo menos no podía brindarle la ayuda que necesitaba.
“No sé qué hacer con mi vida a partir de este punto…” Apuntó.

En mi interior brotaba una sensación que me orillaba a querer opinar al respecto, dar mi propio punto de vista, pero después de unos segundos de meditación, razoné que no era justo para esta persona escuchar una opinión cargada de historia personal en un tema que necesitaba ayuda profesional. Le apunté que comprendía su situación, es más, podía ser empático, pero no era el profesionista oportuno para dar respuesta a esas preguntas. Acto seguido, le recomendé a un terapeuta. Me agradeció a regañadientes, debo admitirlo, nos despedimos. Solo un par de días, después de su primera sesión, me envió un mensaje de profundo agradecimiento por haberle recomendado a esa persona.

Pensé entonces en la importancia que tiene en nuestra vida desahogarnos, contar nuestras historias, pero sobre todo tener la mesura de saber con quién comentarlas. Es cierto, el cliente debe decirle a su abogado toda la verdad, eso no es un tema a discusión. Pero el abogado no debe confundir su profesión con la de otros, ni crear esos vínculos emocionales, menos desde la propia experiencia qué, en comparativa, podría parecer nula.

Sí en ese momento hubiera dado mi opinión al respecto, tendría una carga particular y poco objetiva. En lugar de ayudarlo con su situación, le habría mandado mis propios fantasmas y esa es la parte que no resultaba justa. Esta persona me contrató para darle solución a sus problemas legales, nada más. Traspasar esa línea, realizando juicios personales con la mitad de la historia, habría sido una irresponsabilidad de mi parte.

Claro que yo también he tenido las mismas preguntas, como cualquiera. En ocasiones he recurrido a personas de confianza para contarles estas cosas, sin obtener las respuestas indicadas a mis interrogantes, no los juzgo. A pesar de ello, nada ha sido más satisfactorio que trabajar con el profesional indicado, porque cada persona aconseja desde su propia experiencia y del momento en el que está viviendo. Desafortunadamente son pocas las personas que pueden ser objetivas a la hora de dar una opinión. Es por ello que me he resistido rotundamente en los últimos meses a aconsejar a otras personas.

Hay algo más, en todas estas peripecias de trabajo. Conocer las historias me ayuda a ilustrarme de la realidad en la que vivo. Es una realidad que apenas voy comprendiendo, problemas personales tenemos todos, pero no todos solemos ser empáticos con los mismos. Y como efecto dómino, no todo el mundo puede ser empático con nuestros problemas. Sin embargo, saber de estas cosas me ha ayudado a ser más tolerante con los demás individuos. Alguna persona podrá estar pasando por el peor momento de su vida… y a pesar de ello quiere seguir adelante sin tener la más remota idea de cómo hacerlo. Otras, en cambio, se dejarán sumir en su propia desesperación y no buscaran una luz al final del camino. Ambas conductas son totalmente naturales y comprensibles. ¿Qué aconsejar en ambos casos? Tal vez lo mejor es quedarse callado. No emitir juicios. No opinar también es un buen consejo. Escuchar, quizás, la mejor ayuda. Dirigirlo con un especialista, la solución.

A todo esto concluyo: La prudencia es una virtud que, en algunos casos, solo se obtiene con el tiempo.

P.d.- ¿Quién dijo que los abogados no tenemos sentimientos?

martes, 3 de diciembre de 2019

Mi caída al lado oscuro: Comprendiendo a Darth Vader.


Siempre he sido fervoroso seguidor del universo cinematográfico de Star Wars. Culpo a la televisión por ello. Recuerdo que de pequeño Canal 5 atestaba su programación con la primera trilogía con bastante frecuencia. Fue allá por mis ahora lejanos diez años que logró capturar mi atención por completo y, amén que Han Solo era mi personaje favorito de la saga, sin lugar a dudas el magnetismo de Darth Vader era abrumador. Esa mascara y ese uniforme negros, ese respirador emblemático y esa voz me cautivaron. ¿Y quién no se ha enamorado del villano de una historia?

Los años pasaron y una nueva trilogía apareció, reordenando la forma de ver las películas en el orden cronológico correcto. Los puristas empezaron a quejarse de las mismas. Yo estaba fascinado. ¡Conocería el origen de mi villano favorito! Y entonces… Su transformación, su caída al lado obscuro me dejó con algunos sinsabores. No la sentía natural, para mi resultaba forzada. Es cierto, cuando se estrenó el episodio III tenía apenas catorce años. Como la mayoría de los jóvenes fanáticos el sueño era convertirse en un caballero Jedi. A pesar de conocer el futuro de Anakin en el desarrollo futuro de la trama, su conversión no terminaba de convencerme. Claro que me emocioné con esa gran batalla que tuvo contra Obi Wan. ¿Quién no? La banda sonora, la fotografía, los efectos especiales, el dialogo… Todo, absolutamente todo era increíble en las dosis adecuadas. Pero ese ya no era Anakin Skywalker, era el mismísimo Darth Vader.

Recapitulemos. Anakin siente temor de perder a Padme como perdió a su madre, porque tuvo un sueño en el que la ve fallecer mientras da a luz. Por temor a no ser expulsado de la Orden, oculta su amorío con la Senadora Amidala. Oculta su amor a todos, incluido Obi Wan Kenobi. Recurre al Canciller Palpatine para contarle sus penas. Este, según sus propios planes,  lo recomienda ante el Consejo, siendo aceptado pero se niegan a otorgarle el rango de Maestro, causando frustración en el protagonista. En una de las escenas él habla con el maestro Yoda acerca de sus sueños, quien lo aconseja con sabiduría: “El temor a la perdida, camino es al lado obscuro.” ¿Qué debo hacer? Pregunta el joven Jedi, recibiendo como respuesta del anciano maestro: “Entrenarte para dejar atrás todo lo que perder no quieres…” Una rima perfecta con una de las frases más emblemáticas de toda la saga: “El miedo es el camino hacia el lado obscuro, el miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio al sufrimiento. Percibo mucho miedo en ti, joven Skywalker”

Fiel a la verdad, a esa edad no comprendía el miedo a la perdida. Sobre todo, no era consciente que los lazos afectivos pueden generar estragos emocionales si no son manejados de manera adecuada. Todo cambió hace algunos años, cuando me enamoré de una mujer increíble… todo iba bien, hasta que empecé a sentir temor por perderla. Y como profecía auto cumplida, la perdí.

Solo entonces, en esas primeras semanas de tristeza y amargura, refugiándome en canciones y poemas de Marwan; así como en mis películas favoritas; viendo nuevamente La Venganza de los Sith… Comprendí a Anakin. Menudo golpe de realidad.

En aquellos momentos de tribulación, dispuesto a entregarme por completo a las enseñanzas del lado oscuro, entendí la motivación interna del personaje y por primera vez abracé su pena. Él ya había perdido a su madre, se había aferrado a la idea Padme y tenía miedo de perderla a ella también, lo cual ocurrió producto de sus propias acciones y decisiones. Comprender su psique me condujo a un autoconocimiento propio, o viceversa. George Lucas sabía lo que hacía con el desarrollo de la trama. No podías entenderlo si nunca habías sentido ese temor. Y vaya que se siente de la mierda.

Aunque no justifica del todo su caída, la pérdida definitiva de su amor no fue al momento de su muerte, si no antes, cuando ella decide que no pueden seguir juntos producto de sus propios ideales y convicciones. Pero aquí el embrollo político está de más, aunque para los puristas sea el arco principal. Contar la historia de Darth Vader es hablar de sus sentimientos, de sus temores, de sus miedos. ¿Y quién no se ha sentido así?

Ahora comprendo también las palabras de Yoda: “Entrenarte para dejar atrás todo lo que perder no quieres…” Una verdad absoluta. Hablo desde mi experiencia. Cuando una idea de pérdida se instala en nuestra mente, crece como un cáncer de forma desmedida, nos nubla los sentidos, no deja  ver más allá de dos pasos. No queremos perder… y seguimos aferrados a la idea de la perdida; sin comprender que a veces es solo una idea, que termina contagiándose. Si nos detuviéramos unos instantes a razonar, acertaríamos a ver que es solo eso: una idea, tu idea. El problema viene cuando nosotros alimentamos nuestros propios temores, con acciones, palabras, gestos y un sinfín de etcéteras. La idea, toma forma, pero ya no en ti, sino en la otra persona. Y crece, crece, crece… hasta que se vuelve realidad.

Cuando la idea nace a la vida del mundo, nos decimos como falso consuelo: “Yo lo sabía.”. Cuando la frase correcta debe ser: “Yo lo cause…” Entonces ese miedo, que ya nos condujo a la ira, nos lleva al odio… y bienvenido: ¡Estás en el lado obscuro! Aun así, solemos ser tan poco responsables que damos por hecho que nada de esto es culpa nuestra.

Sin embargo, hasta Anakin percató en el episodio VI que aquello estaba mal, cuando el emperador le ordena matar a Luke, su propio hijo, como alegoría: lo que él algún día fue. En lugar de eso, combate y vence al lado obscuro… y a pesar de que el esfuerzo causa su muerte, su deceso ocurre redimido al lado luminoso.

Lo reconozco: caí al lado obscuro muchas veces este año. No me enorgullezco de eso. A pesar de todo, en la vida hay cuando menos un Obi Wan y un Yoda rodeándonos, dándonos consejos. Atraviesas el camino del lado oscuro por la senda del sufrimiento, pero pasado algún tiempo empiezas a comprender la situación, a desligarte de esos lazos que te hicieron sentir el temor de perder lo que ya has perdido, llega la aceptación, te perdonas y empiezas a perdonar todas aquellas cosas que alguna vez te hicieron daño. Un día te vez al espejo y te percatas de algo, ese no eres tú, mejor aún: No quieres serlo… el magnetismo del villano es increíble, sin embargo no es un camino que quieras para ti. Entonces, después de mucho tiempo lo decides, tomas valor y te quitas la máscara de Sith, porque la fuerza te ha hecho un ser del lado luminoso.Has dejado atrás el temor, la ira, el odio y el sufrimiento. En realidad nunca odiaste, solo tenías miedo… Era necesaria esta travesía… esta enseñanza te ha convertido en Maestro Jedi.

P.d.- Que la fuerza los acompañe.

Postdata: Te amo.

Nota aclaratoria: Esta publicación la escribí hace algún tiempo, sin haber encontrado el momento indicado para publicarla. Hoy me ha parec...