Siempre
he sido fervoroso seguidor del universo cinematográfico de Star Wars. Culpo a
la televisión por ello. Recuerdo que de pequeño Canal 5 atestaba su
programación con la primera trilogía con bastante frecuencia. Fue allá por mis
ahora lejanos diez años que logró capturar mi atención por completo y, amén que
Han Solo era mi personaje favorito de la saga, sin lugar a dudas el magnetismo
de Darth Vader era abrumador. Esa mascara y ese uniforme negros, ese respirador
emblemático y esa voz me cautivaron. ¿Y quién no se ha enamorado del villano de
una historia?
Los
años pasaron y una nueva trilogía apareció, reordenando la forma de ver las
películas en el orden cronológico correcto. Los puristas empezaron a quejarse
de las mismas. Yo estaba fascinado. ¡Conocería el origen de mi villano
favorito! Y entonces… Su transformación, su caída al lado obscuro me dejó con
algunos sinsabores. No la sentía natural, para mi resultaba forzada. Es cierto,
cuando se estrenó el episodio III tenía apenas catorce años. Como la mayoría de
los jóvenes fanáticos el sueño era convertirse en un caballero Jedi. A pesar de
conocer el futuro de Anakin en el desarrollo futuro de la trama, su conversión
no terminaba de convencerme. Claro que me emocioné con esa gran batalla que
tuvo contra Obi Wan. ¿Quién no? La banda sonora, la fotografía, los efectos especiales,
el dialogo… Todo, absolutamente todo era increíble en las dosis adecuadas. Pero
ese ya no era Anakin Skywalker, era el mismísimo Darth Vader.
Recapitulemos.
Anakin siente temor de perder a Padme como perdió a su madre, porque tuvo un
sueño en el que la ve fallecer mientras da a luz. Por temor a no ser expulsado
de la Orden, oculta su amorío con la Senadora Amidala. Oculta su amor a todos,
incluido Obi Wan Kenobi. Recurre al Canciller Palpatine para contarle sus
penas. Este, según sus propios planes, lo recomienda ante el Consejo, siendo aceptado
pero se niegan a otorgarle el rango de Maestro, causando frustración en el
protagonista. En una de las escenas él habla con el maestro Yoda acerca de sus
sueños, quien lo aconseja con sabiduría: “El
temor a la perdida, camino es al lado obscuro.” ¿Qué debo hacer? Pregunta el
joven Jedi, recibiendo como respuesta del anciano maestro: “Entrenarte para dejar atrás todo lo que perder no quieres…” Una
rima perfecta con una de las frases más emblemáticas de toda la saga: “El
miedo es el camino hacia el lado obscuro, el miedo lleva a la ira, la ira lleva
al odio, el odio al sufrimiento. Percibo mucho miedo en ti, joven Skywalker”
Fiel
a la verdad, a esa edad no comprendía el miedo a la perdida. Sobre todo, no era
consciente que los lazos afectivos pueden generar estragos emocionales si no
son manejados de manera adecuada. Todo cambió hace algunos años, cuando me
enamoré de una mujer increíble… todo iba bien, hasta que empecé a sentir temor
por perderla. Y como profecía auto cumplida, la perdí.
Solo
entonces, en esas primeras semanas de tristeza y amargura, refugiándome en
canciones y poemas de Marwan; así como en mis películas favoritas;
viendo nuevamente La Venganza de los Sith… Comprendí a Anakin. Menudo golpe de
realidad.
En aquellos momentos de tribulación, dispuesto a entregarme por completo a las
enseñanzas del lado oscuro, entendí la motivación interna del personaje y por
primera vez abracé su pena. Él ya había perdido a su madre, se había aferrado a
la idea Padme y tenía miedo de perderla a ella también, lo cual ocurrió
producto de sus propias acciones y decisiones. Comprender su psique me condujo
a un autoconocimiento propio, o viceversa. George Lucas sabía lo que hacía con
el desarrollo de la trama. No podías entenderlo si nunca habías sentido ese
temor. Y vaya que se siente de la mierda.
Aunque
no justifica del todo su caída, la pérdida definitiva de su amor no fue al
momento de su muerte, si no antes, cuando ella decide que no pueden seguir
juntos producto de sus propios ideales y convicciones. Pero aquí el embrollo
político está de más, aunque para los puristas sea el arco principal. Contar la
historia de Darth Vader es hablar de sus sentimientos, de sus temores, de sus
miedos. ¿Y quién no se ha sentido así?
Ahora
comprendo también las palabras de Yoda: “Entrenarte para dejar atrás todo lo que
perder no quieres…” Una verdad absoluta. Hablo desde mi experiencia.
Cuando una idea de pérdida se instala en nuestra mente, crece como un cáncer de
forma desmedida, nos nubla los sentidos, no deja ver más allá de dos pasos. No queremos perder…
y seguimos aferrados a la idea de la perdida; sin comprender que a veces es
solo una idea, que termina contagiándose. Si nos detuviéramos unos instantes a
razonar, acertaríamos a ver que es solo eso: una idea, tu idea. El problema
viene cuando nosotros alimentamos nuestros propios temores, con acciones,
palabras, gestos y un sinfín de etcéteras. La idea, toma forma, pero ya no en
ti, sino en la otra persona. Y crece, crece, crece… hasta que se vuelve
realidad.
Cuando
la idea nace a la vida del mundo, nos decimos como falso consuelo: “Yo lo sabía.”.
Cuando la frase correcta debe ser: “Yo lo cause…” Entonces ese miedo, que ya
nos condujo a la ira, nos lleva al odio… y bienvenido: ¡Estás en el lado obscuro! Aun así, solemos ser tan poco
responsables que damos por hecho que nada de esto es culpa nuestra.
Sin
embargo, hasta Anakin percató en el episodio VI que aquello estaba mal, cuando
el emperador le ordena matar a Luke, su propio hijo, como alegoría: lo que él algún
día fue. En lugar de eso, combate y vence al lado obscuro… y a pesar de que el
esfuerzo causa su muerte, su deceso ocurre redimido al lado luminoso.
Lo
reconozco: caí al lado obscuro muchas veces este año. No me enorgullezco de
eso. A pesar de todo, en la vida hay cuando menos un Obi Wan y un Yoda rodeándonos,
dándonos consejos. Atraviesas el camino del lado oscuro por la senda del
sufrimiento, pero pasado algún tiempo empiezas a comprender la situación, a
desligarte de esos lazos que te hicieron sentir el temor de perder lo que ya
has perdido, llega la aceptación, te perdonas y empiezas a perdonar todas
aquellas cosas que alguna vez te hicieron daño. Un día te vez al espejo y te
percatas de algo, ese no eres tú, mejor aún: No quieres serlo… el magnetismo
del villano es increíble, sin embargo no es un camino que quieras para ti.
Entonces, después de mucho tiempo lo decides, tomas valor y te quitas la máscara
de Sith, porque la fuerza te ha hecho un ser del lado luminoso.Has dejado atrás el temor, la ira, el odio y el
sufrimiento. En realidad nunca odiaste, solo tenías miedo… Era necesaria
esta travesía… esta enseñanza te ha convertido en Maestro Jedi.
P.d.-
Que la fuerza los acompañe.
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