jueves, 18 de julio de 2019

Solo somos amigos...

¿Alguna vez han tenido problemas con sus parejas por culpa del amigo o la amiga “incómodos”? Bueno, no se sientan solos. Esto ocurre con demasiada frecuencia en muchos casos, no es que esté bien, ni que sea lo indicado, solo ocurre y debemos aprender a tomarlo de la mejor manera sin la urgente necesidad de crear un escándalo o cometer el error de generar un conflicto. En lo personal, me ha tomado mucho tiempo aprender este concepto tan simple. 

Bueno, el día de ayer una de mis mejores amigas publicó en mi Facebook un vídeo en el cual celebrábamos diez años de amistad en dicha red social. Agregando a su comentario que en realidad eran tres años más, puesto que nos conocemos desde el bachillerato. Les ayudo a hacer cuentas, estoy cerca de cumplir los 29, a menos de medio año de hecho. Y mientras platicábamos en el transcurso de la tarde, bromeábamos un poco acerca de ciertos temas bastante tópicos, burlándonos de algunas anécdotas del pasado.

En algún momento de aquella breve conversación, salieron al tema las ilusiones que teníamos cuando apenas íbamos a cumplir dieciocho años, los sueños que planteábamos en aquél entonces y las enormes ilusiones que teníamos respecto del amor. Ahora tomamos esos temas para burlarnos de nuestra realidad. No es un discurso fatalista, simplemente hemos aprendido a ver la vida con distintos ojos y de forma diferente a la visión idealista de aquellos años. Hemos madurado. O al menos eso suponemos.

Siendo francos, no somos unos doctos en el tema de la madurez; las veces que hablamos seguimos sacando temas tan chuscos como aquellos días, evocando tal vez a la nostalgia o quizás porque nuestra amistad es así: llena de historias divertidas, con absurdos al momento de contarlas y la enorme intención de reírnos todo el tiempo. Sin embargo, no somos los mismos de hace diez años, bendito Dios.

Estos últimos años, que han pasado como un aparente suspiro, nos han dejado una colección de anécdotas y recuerdos. También una colección de cicatrices que hemos compartido el uno con el otro.  Hemos pasado por rupturas, noviazgos, ilusiones, trabajos, asensos, emprendimientos, maternidad, soltería… Y todo aquello lo hemos vivido a la distancia, puesto que ella lleva varios años viviendo en otro estado. A veces nos gusta recordar los buenos tiempos, donde nuestra mayor preocupación era aprobar una materia o resolver los problemas con nuestra pareja en turno… Ahora nuestras prioridades han cambiado, en algunas ocasiones de súbito, pero seguimos compartiendo ese cumulo de experiencias para mantenernos al día, darnos un consejo y a la larga, burlarnos de aquello que en algún momento fue herida. Sí, el bullying entre amigos es real y mucho más frecuente de lo que nos gustaría reconocer.

Les cuento una de mis anécdotas favoritas con ella.

Este es el preámbulo: Cuando íbamos en el último año del bachillerato, a punto de elegir nuestros futuros universitarios tuve una novia, la cual no le caía nada bien a mi amiga. Entonces cuando salíamos al cambio de clases nos quedábamos algunas veces platicando sobre cualquier tema en el pasillo, afuera del aula. Si mi amiga veía venir a esta persona de su salón hacia el nuestro, de la nada empezaba a abrazarme. Y sí, correspondía su abrazo. De haber estado de moda en aquellos años seguramente alguien hubiera editado algún vídeo con la estrofa que dice: “Ese compa ya está muerto…”.  
Acto seguido la novia en cuestión se enojaba, hacía entripados y obviamente se molestaba conmigo… Cuando le contaba al día siguiente a mi amiga que había discutido con esta persona, ella se desternillaba de la risa, con la misma alegría que un niño cuando realiza una travesura según sus planes. Al final se excusaba con la única realidad existente: Dile que no friegue, solo somos amigos.

¿Cuál es mi parte favorita de la anécdota?

Pasados algunos meses y antes de que concluyera el curso escolar, ella empezó a andar con uno de mis mejores amigos. Sí, yo era el mediador en sus broncas… Cuando discutían, hablaba con ambos, conocía sus versiones respectivas de la historia e intentaba conseguir que hablaran… siempre se contentaban, pero creo que le agarraron cierto gusto  a que un alguien más, es decir yo, interviniera para hacer que se reconciliaran. Bueno, un día llega muy molesta y me dice: “¡Tú sabías y no me dijiste nada! Pensé que éramos amigos.” (Sí, con ese fatalismo de la juventud.)

Los vuelvo a poner en contexto. Resulta ser que, aparentemente, una compañera nuestra había sido la pretensión amorosa de mi amigo en algún momento, que por aquellas cosas del destino nunca llegó a concretarse. Después de alguna actividad, trabajo, o sabrá Dios que había ocurrido aquél día, mi amigo acompañó a esta chica a su casa y como siempre pasa en estos casos, alguien los vio, ese alguien le comento a otro más creando una cadena de rumores que se expandió hasta detalles que nunca ocurrieron, pero que llegaron a oídos de mi amiga.

-“Pensé que éramos amigos.” - Volvió a repetir.
-“Lo somos.” – respondí. – “Pero dime ¿Qué pasó?” – por lo menos para saber que responder, pensé.
-“¡Eres un cabrón y él más! ¿Pero tú por qué le andas tapando sus fregaderas?

Más contexto. El día de dicha actividad, trabajo o lo que haya sido, mi amigo y yo íbamos juntos, por ende nos regresaríamos juntos, porque además vivíamos a pocas calles de distancia. De último momento él me dijo que se regresaba en camión a su casa, no pregunté más, no tenía por qué hacerlo. Obviamente dejé que se fuera por su lado.

-“Tú sabes que se fue con esa chica” – No dijo chica. – “¡Y no me dijiste nada!” – Recomendación: Agreguen tono molesto, melodramático.
-“Yo no sé a dónde fue.” – Y era la verdad. (¿O sí sabía? La verdad es que no me acuerdo muy bien de aquel pequeño detalle…) – “¿Qué pasó?” – Insistí.“Cuéntame bien el chisme”, pensé.
-“Pues me dijeron que estaba en casa de esta fulana.” – No dijo fulana. – “Y según los vieron besándose.

Horas más tarde vi a mi amigo. Y al igual que con ella, nunca nos hemos guardado ningún secreto, entonces sin temor a la mentira y sabedor de que me contaría como habían ocurrido las cosas, le pregunté abiertamente sabiendo de sobra la respuesta. Y en efecto acerté, no lo había hecho… Aun así él tenía una bronca que no sabía cómo solucionar. Lo ayudé, en parte, con una frase que tenía tiempo queriendo ocupar aunque fuera de forma indirecta.

-“Bueno… ¿y quién te lo dijo?” – pregunté. Lo cierto es que no recuerdo su respuesta en aquel momento, seguimos platicando por largo rato, hasta que se percató que en efecto no tenía nada que ver con aquel dichoso cuerno que nunca ocurrió. Después de que la molestia se le pasara, quedamos en hablar los días siguientes.

El fin de semana dio paso al lunes, nos volvimos a ver. Le pregunté qué había pasado y me respondió. “Te pasas.” Con una sonrisa maliciosa y una mirada inquisitiva. “¿Por qué?” respondí. En resumen, ellos habían solucionado su problema, ella le creyó cuando él le dijo que no la había besado (amén que dicho amigo es muy mal mentiroso.) y estaban de maravilla… felices como lombrices.

-“Solo hay una cosita…” – dijo mirándome fijamente.
-“¿Qué cosita?” – pregunté sonriendo. En aquél momento confirme sus sospechas.
-“Después de discutir y aclarar las cosas recordé algo que me dijo a mitad de la conversación, cuando le reproché porque había acompañado a esta chica hasta su casa.” – me miró sonriendo. –“¿Sabes qué me respondió el muy canijo?”
-“Ni idea amiga…” - Mentí.
-“Me dijo: Pues sí, sí la acompañé… pero ¿Qué tiene de malo? No la friegues… Solo somos amigos…” – “¡Tómala!” Pensé, al tiempo que ella me echaba una mirada de odio mal disimulado. – Y esas palabras solo pudieron venir de alguien.
-¿Ah sí? ¿Y de quién?
-¡Pues de ti mendigo! – dijo al tiempo que me daba un puñetazo en el brazo, muriéndonos de risa al mismo tiempo. Mi deuda estaba saldada.

Tenemos muchas anécdotas como esta, por ejemplo… Ella tiene una muy buena sobre mí con una canción que se llama “Spanish Girl”, tiene que ver con nuestra fiesta de salida de la escuela y cada vez que hablamos, cuando no hay un tema de urgencia sobre la mesa, saca a colación aquella situación. Se las contaría… pero ella la narra mejor.

¿Qué pasó con el tiempo? Ellos terminaron y cada quien hizo su vida, como ocurre en estos casos. Afortunadamente mantengo el contacto con ambos. ¿Qué no ha cambiado? La amistad y la confianza que tengo hacia ellos. Seguimos siendo los mismos niños, solo que con unos años de más y con un poco más de más experiencia y responsabilidades que antes. La vida ha pasado tan rápido que es en momentos como estos, recordando las peripecias de los años escolares, cuando se aprecian las experiencias que nos ha brindado la vida hasta ahora. Y no me queda ninguna duda. Recordar, es volver a vivir.

Postdata: Nunca les contaré la anécdota de Spanish Girl...

Aviso: Los nombres han sido omitidos para preservar el anonimato de los involucrados, la historia es verídica, así que cualquier parecido con la realidad, no es ninguna coincidencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Postdata: Te amo.

Nota aclaratoria: Esta publicación la escribí hace algún tiempo, sin haber encontrado el momento indicado para publicarla. Hoy me ha parec...